jueves, 20 de octubre de 2011

¿Es verdad que nuestras opiniones son coherentes?

Quizá haya enemigos de mis opiniones, pero yo mismo, si espero un rato, también puedo ser enemigo de mis opiniones” José Luis Borges

Aunque somos conscientes de que algunas de nuestras opiniones no son estables, solemos considerar que lo que hacemos y opinamos tiene siempre consistencia. Solo de vez en cuando racionalizamos nuestros pensamientos y nuestras acciones y nos damos cuenta de que en muchas ocasiones, lo que hacemos no tiene mucho que ver con lo que pensamos.

Foto de Valerie Everett (Flickr)
Por ejemplo, tengo que ahorrar pero el otro día me gasté 100 euros en una cena. Lo que se suele hacer para reducir la tensión que nos produce esta incoherencia es evitar situaciones que puedan incrementarla. Por ejemplo, en este caso, evadir las conversaciones que tengan que ver con el precio de la cena.

Experimento de demostración

León Festinguer y su colega Carlsmith en 1950 investigaron lo que ellos denominaron disonancia cognitiva. La disonancia cognitiva es en resumen, justificar una acción contraria a tus pensamientos o creencias.

En el experimento se seleccionó a unos estudiantes para hacer unas tareas monótonas. Después de haberlas realizado se les pidió que convencieran a los demás compañeros de que las tareas eran muy interesantes. Para mentir se les ofreció dinero. A un grupo se les ofreció 20 dólares y al otro 1.

Después de realizado el experimento se les preguntó qué les parecía la tarea. Los estudiantes que habían recibido 20 dólares seguían considerando que la tarea era monótona. Aquellos que recibieron 1 dólar sorprendentemente dijeron que la tarea era muy divertida.

Los estudiantes de 1 dólar cambiaron su opinión sobre la tarea ya que un dólar no era justificación suficiente para mentir.

Fábula de la zorra y las uvas

Una fábula que ilustra este comportamiento del ser humano es la fábula de la zorra y las uvas:

Habíase una vez una zorra que vagaba por el bosque muerta de hambre y de sed. De pronto encontró frente a ella un viñedo con grandes y jugosas uvas.

La zorra saltó para alcanzar las uvas y no pudo alcanzarlas. Volvió a saltar y tampoco lo logró. Lo volvió a intentar por tercera vez y de nuevo fracasó. Al fin se dio cuenta de que las uvas estaban a demasiada distancia y no podía cogerlas. Entonces la zorra se marchó diciendo ¡Qué uvas más verdes, por nada me las comería!

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