martes, 11 de octubre de 2011

Sonríe aunque las cosas no vayan bien

Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás” Dalai Lama

La sonrisa de Seanbiak

Cuando sonreímos, se activan en el cerebro de la persona que recibe la sonrisa las mismas neuronas que se accionarían si en realidad estuviera realizando este gesto. Por eso, si sonreímos, tenemos más probabilidades de que los demás tengan de nosotros un recuerdo agradable y también nos sonrían.

Evidencia científica de la certeza de esta afirmación

En 1992 en la universidad de Parma un equipo de investigadores encabezados por Giacomo Rizzolati estaban estudiando la actividad cerebral de los monos. Uno de los científicos tomó un plátano y las neuronas del mono actuaron como si el mismo mono estuviera cogiendo un plátano.
El macaco permanecía quieto y por ello pensaron que había sido un error. Volvieron a repetir aquel movimiento y volvió a suceder. Se dieron cuenta que había un tipo de neuronas que se activaban cuando percibían la acción del otro y las llamaron neuronas espejo.

En un principio se pensó que se trataba sólo de unas neuronas dedicadas a la imitación. El paso del tiempo les hizo ver que este sistema permite representar en nuestro cerebro las emociones de los demás.

Por qué sonreír

Como decía Marco Iacoboni en una entrevista editada en el periódico Público “Si le veo sonreír, mis neuronas espejo imitan la sonrisa en mi cerebro y mandan señales a los centros emocionales que evocan los sentimientos asociados a la sonrisa

A veces tenemos un mal día y nos resulta hasta desagradable sonreír pero debemos hacerlo aunque solo sea por pura conveniencia. Si lo hacemos la persona que recibe el gesto lo representará en su cerebro. Se activarán en él los mecanismos relacionados con la sonrisa y tendremos muchas más posibilidades de resultarle agradable. 

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